
Esta historia ocurrió en el año 1947, en una casita de campo de Jumilla, Murcia. Próspera era tansólo una niña. Estaba asomada a la ventana, esperando que llegara su padre. Lo que llegó fue lo que calificó de un "coche muy raro", que flotaba en el aire, plateado y que se aproximó, hasta parar delante de la casa.
Ella y su hermana Ana, salieron fuera y vieron descender de la nave dos hombres de extraña apariencia, porque eran bajitos, no llegaban al metro y medio. Tenían el cráneo bastante abultado, la tez más blanca que la nuestra y los ojos muy alargados.
Juntos entraron en la desierta casa, y allí entablaron una insólita conversación con Próspera.
‑"En ese momento yo sentí que no era una niña. Hablaba con ellos de tú a tú: Sabía quiénes eran, qué querían de mí, por qué venían. Me explicaron cómo sería toda mi vida y lo que tendría que hacer, pero que lo olvidaría hasta pasados treinta años. Y así fue".- Explica Próspera.
Aquellos pequeños tripulantes se marcharon rápidamente. Su nave se alejó en el cielo dejando una gran luz.
Por la tarde, volvieron otra vez.
Próspera cuenta más detalles: verduras que se pudrieron, un perro mustio y triste, puertas que no se podían abrir..., en definitiva, incidentes que se repiten, absurdos, sin aparente sentido, aunque todo parecía indicar que era, como preparativos iniciales, para el gran momento.
Días más tarde, aparecieron por la noche. Ella estaba dormida cuando, de pronto, se despertó. Los vio en la ventana y le invitaban a salir fuera. Pensó que a aquellas horas su familia se iba a enfadar, no dejándole salir, pero nadie se enteró.
Ya en el exterior, la niña comprobó que había varios seres. Destacaban dos por su estatura, muy altos, que parecían como robots, llevando, uno de ellos, en brazos al perro de la casa. Llevaron a la niña al campo hasta llegar a una nave, dentro de la cual había una cambra circular, con muchas pantallas de televisión.
Le llevaron ante un aparato, similar a un televisor actual, y allí, asombrada, contempló imágenes suyas y de su hermana que habían filmado los días anteriores. Lo que más le llamó la atención era que, alrededor de sus cuerpos había una especie de niebla. Lo que hoy denominamos "aura".
Uno de los tripulantes indicaba: "Ya están ahí". En una de las pantallas observaban cómo del cielo una luz se aproximaba.
‑"Subimos por una escalera vertical hasta la cúpula de aquel aparato, que, en un momento dado, se abrió y desde allí nos trasladamos a una de sus alas. De pronto, de arriba brotó un rayo de luz, como si en el cielo se hubiera encendido una gigantesca linterna, iluminándonos. Me explicaron que aquello era un ascensor, que no tuviera miedo, que iría uno delante de mí y otro detrás. Y así subimos. Recuerdo perfectamente cómo a través de aquel tubo de luz podía ver todos los campos, se me alborotaba el pelo y pasaba apuros con la falda de la camisa de dormir".- cuenta Próspera.
Llegaron arriba, donde les esperaba una enorme y gigantesca nave. En su interior, Próspera recuerda una especie de camilla, aparatos y un foco; todo muy similar a un quirófano.
‑"Allí me quitaron la ropa y empezaron a efectuar una serie de pruebas físicas, aunque yo no sentía ningún dolor. Además, alguno habló de anestesiarme, de dormirme, pero dijeron que no hacia falta, que era muy dócil. Y la verdad, yo estaba muy tranquila, como si los conociera de siempre y sabia lo que querían hacerme".
‑"Me hicieron, también, un examen profundo, vaginal y anal, manifestándome que me iban a implantar unas "laminillas". Estas se me inyectaron por la nuca y, después, en una pantalla, me indicaban el recorrido en mi cerebro, hasta llegar a un sitio donde se detuvieron. Aquello quedó en el lóbulo derecho del cerebro".
Lo último que recuerda es que los extraterrestres le dijeron que tendría una larga vida, superando los 90 años y que cuando ella muriera, su cuerpo desaparecería. Por el momento, el presagio se está cumpliendo, pues Próspera tiene actualmente unos setenta años.